martes, 24 de septiembre de 2013

Muralismo mexicano


Muralismo mexicano
          Después de la Revolución mexicana, la creación artística, el pensamiento filosófico, la difusión de la cultura son impulsados por grupos que en forma natural se fueron organizando.   Filósofos, escritores, poetas y pintores buscaban la difusión de un pensamiento humanista, basado en la responsabilidad y solidaridad de todo el pueblo.  El arte mexicano se encaminó hacia nuevos objetivos, la  búsqueda  de  identidad nacional y la idea de renovación estaban en plena ebullición.  Estas mismas ideas que ya se venían gestando desde principios del siglo, ahora tomaban fuerza y buscaban apoyo.

          Cabe recordar que no existía la televisión, los anuncios espectaculares, mucho menos el internet, precisaban  de buscar canales de difusión que llegaran a toda la población.  El gremio de la plástica estaba muy atento de esta situación, dada la inmensa población analfabeta.  Hasta antes de la revolución, era bien sabido que, particularmente la pintura era totalmente elitista.  La idea de que la revolución no trajera un cambio en este sentido, era sencillamente imposible de considerar para este grupo interdisciplinario. Todas estas inquietudes se consolidan en el movimiento llamado Muralismo Mexicano. La Revolución y los cambios que de ella partieron, hizo posible el surgimiento y esplendor del movimiento llamado y reconocido ya, como una época “El Muralismo Mexicano”.

          La pintura mural mexicana apareció en un determinado momento histórico (post revolución), destinado a socializar el arte y que, rechaza la pintura tradicional de caballete, así como cualquier otra obra procedente de los círculos intelectuales; este grupo de artistas y pensadores, con una visión revolucionaria del arte y de la vida social, gestionan el apoyo económico, los sitios absolutamente populares y los insumos necesarios para pintar lo que ahora, todavía vemos.  Proponen la producción de obras monumentales para el pueblo en las que se retrata la realidad mexicana, las luchas sociales y otros aspectos de su historia. Los muralistas se inspiraron en principio en la artesanía, el arte popular, en los retablos,  los corridos, la alfarería, el arte prehispánico;  uno de los objetivos era llevar la pintura a la calle, a los muros que todos vemos, insertar la obra en el día a día de cada mexicano.  La vida de la nación, ornamentada con la obra mural.  Confiar y educar al pueblo con una imagen capaz  de  hablarle y decirle algo a cada individuo todos los días.  De ese sentimiento “nacional” surge la grandeza de las obras.  La riqueza de las formas, los mensajes ocultos y evidentes, los rostros, las escenas las historias implícitas, constituyen la riqueza y la intensidad de cada pieza, logrando así magníficas obras en cuanto a forma y contenido. 

          El impulsor de este movimiento fue José Vasconcelos, filósofo y primer secretario de Educación Pública de México quien, tras la Revolución, pidió a este grupo de artistas jóvenes revolucionarios que plasmaran en los muros de la Escuela Nacional Preparatoria de la ciudad de México la imagen de la voluntad nacional.  Los artistas tenían total libertad para elegir los temas y mostrar un mundo nuevo sobre las ruinas, la enfermedad y la crisis política surgida tras la Revolución. Influidos por el rico pasado precolombino y colonial, los muralistas desarrollaron un arte monumental y público, de inspiración tradicional y popular. Pero el muralismo no fue sólo la expresión plástica de una ideología determinada o de un programa didáctico, o la ilustración de doctrinas preestablecidas, sino un movimiento que llegó a rebasar los límites del nacionalismo para crear  un lenguaje propio.  Obras llenas de fuerza, color, en las que destaca el uso de grandes espacios y la expresividad y dinamismo del trabajo de cada artista; la grandeza de estas obras radica no sólo en el contenido temático sino en la forma y la belleza empleadas por sus autores para recrear la realidad de un México nuevo.  El muralismo está presente fundamentalmente en los edificios públicos y en la arquitectura. Los muralistas se convirtieron en cronistas de la historia mexicana y del sentimiento nacionalista, desde la antigüedad hasta el momento actual. La figura humana y el color se convierten en los verdaderos protagonistas de la pintura. En cuanto a la técnica, redescubrieron el empleo del fresco y de la encáustica, y utilizaron nuevos materiales y procedimientos que aseguraban larga vida a las obras realizadas en el exterior.  Desde 1922 hasta nuestros días no se han dejado de hacer murales en México, lo que prueba el éxito y la fuerza del movimiento. A pocos años del auge,  México exporta todo el conocimiento del muralismo extendiéndose la práctica  a Argentina, Perú y Brasil, y fue adoptado incluso por Estados Unidos en algunos de sus edificios públicos.


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